Hace mucho tiempo escuche una historia titulada "Las tres reglas" la cual nos relata como las palabras que utilizamos para comunicarnos tienen poder: poder para crear o destruir. ¿Cuántas veces hemos hecho daño a otros con nuestras frases? .
Las palabras dejan huella y pueden influir positiva o negativamente en la personalidad de los individuos, por tal razón la invitación del día es reflexionar y medir los mensajes que referimos a las personas que nos rodean.
“Una palabra amable: puede suavizar las cosas.
Una palabra alegre: puede iluminar el día.
Una palabra oportuna: puede aliviar la carga.
Una palabra de amor: puede curar y dar felicidad.
Una palabra irresponsable: puede encender discordias.
Una palabra cruel: puede arruinar una vida.
Una palabra de resentimiento: puede causar odio
Una palabra brutal: puede herir o matar.
¡Las palabras están vivas!, bendicen o maldicen, alientan o abaten, salvan o condenan!” –Anónimo.
Sin más preámbulos los dejo con la historia:
LAS TRES REJAS
Anónimo.
El joven discípulo de un filósofo sabio llega a su casa y le dice:
-Maestro, un amigo estuvo hablando de ti con malevolencia…
-¡Espera! -lo interrumpe el filósofo-. ¿Hiciste pasar por las tres rejas lo que vas a contarme?
-¿Las tres rejas? -preguntó su discípulo.
-Sí. La primera es la verdad. ¿Estás seguro de que lo que quieres decirme es absolutamente cierto?
-No. Lo oí comentar a unos vecinos.
-Al menos lo habrás hecho pasar por la segunda reja, que es la bondad. Eso que deseas decirme, ¿es bueno para alguien?
-No, en realidad no. Al contrario…
-¡Ah, vaya! La última reja es la necesidad. ¿Es necesario hacerme saber eso que tanto te inquieta?
-A decir verdad, no.
-Entonces… -dijo el sabio sonriendo-, si no es verdad, ni bueno ni necesario, sepultémoslo en el olvido.
Las frases que diriges a tus hijos, a tus padres, a tus amigos, a tus colegas ¿Las haces pasar por las tres rejas?.
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